Cromañón no fue solo una tragedia. Fue una masacre que, 20 años después, sigue exigiendo justicia y memoria.

El 30 de diciembre de 2004, la tragedia de Cromañón marcó un antes y un después en la historia de Argentina. Ese día, un incendio en el local bailable de Once dejó 194 víctimas fatales, muchas de ellas jóvenes que buscaban disfrutar del recital de la banda Callejeros. Entre las víctimas se encontraban Agustina y Paula Antón, madre e hija de la murga Mala Yunta, que se convirtió en un símbolo de lucha y memoria para los familiares de las víctimas.
En la víspera del 20° aniversario de Cromañón, la murga, que nació en Floresta en 1996, continúa luchando por justicia y por mantener viva la memoria colectiva de lo sucedido. Pablo Sequeira, uno de los miembros de la murga, asegura que para Mala Yunta, “ninguna lucha se gana con tristeza”. Más allá de la tristeza y la angustia, el espíritu de lucha se mantiene intacto. Sequeira recuerda que tomaron la causa de Cromañón como propia, recordando a los caídos y a las víctimas del incendio que desató una cadena de negligencias y corrupción.
Para Mala Yunta, el foco de la lucha no está en la bengala que encendió el fuego, sino en la corrupción que permitió que un lugar tan peligroso estuviera habilitado para recibir a tantos jóvenes. La murga se posiciona en defensa de las víctimas, y en contra de quienes habilitaron el local sin garantizar las mínimas condiciones de seguridad. La reivindicación del nombre “Masacre de República de Cromañón” busca marcar un hito en la memoria colectiva y seguir pidiendo justicia por los que no están.
Además de luchar por memoria, también buscan el carnaval como una forma de “rebelión no violenta”. La murga, con sus bombos, tambores y platillos, se mantiene fiel a su identidad, resonando en los barrios porteños, particularmente en Floresta, su cuna, con un mensaje claro de resistencia, dignidad y justicia. Los colores de la murga, violeta, amarillo y rojo, contrastan con el blanco y negro predominante en Floresta, representando la vitalidad de la lucha.
El recuerdo de Cromañón sigue vigente, y la consigna de Mala Yunta es clara: “Sembramos memoria para que no crezca el olvido”. El 30 de diciembre es un día en que no solo se recuerda la tragedia, sino que se reivindica la lucha de los familiares, sobrevivientes y militantes sociales que no claudican. Como señala Sequeira, el carnaval no solo es un acto festivo, sino también un acto de resistencia: “Estamos tratando de unir fuerzas”, afirma, con una sonrisa mientras el sonido de los bombos se mezcla con el eco de la memoria.
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