Más escuelas porteñas se suman a la producción de compost a partir de residuos orgánicos.

Desde 2016, la Ciudad de Buenos Aires promueve la separación de residuos orgánicos generados por grandes productores —supermercados, restaurantes, ferias y hoteles—, empleando restos de alimentos, cáscaras, yerba, café y otras sobras orgánicas para fabricar compost en su Centro de Reciclaje.
Ahora, ese modelo se incorpora al sistema educativo público. A través de un esfuerzo conjunto entre la Gerencia Operativa de Educación para la Sustentabilidad (Ministerio de Educación), la Dirección General de Servicios a las Escuelas y la Subsecretaría de Higiene Urbana (Ministerio de Espacio Público), el programa se desplegó también en los comedores escolares. Al principio, solo seis escuelas estatales participaban del programa; sin embargo, durante 2024 esa cifra creció a 24 instituciones ubicadas en 14 barrios de la ciudad. Además, se espera sumar al menos diez escuelas más en el corto plazo.
Entre enero y octubre, estas escuelas lograron recolectar 67.320 kilos de residuos orgánicos que, de otra forma, habrían terminado en el relleno sanitario. Este trabajo no solo reduce el volumen de desechos, sino que también impulsa la economía circular, convirtiendo residuos en un recurso reconvertido para el beneficio de la comunidad.
El programa Escuelas Verdes va más allá del impacto ecológico: fomenta la conciencia entre alumnos, docentes y familias sobre la importancia de separar, recuperar y revalorizar los residuos. En ese sentido, la escuela se convierte en un ámbito clave para sembrar una cultura sustentable.
El compost generado en el Centro de Reciclaje, bajo parámetros de calidad industrial, se utiliza en huertas urbanas, actividades de jardinería urbana y recuperación de espacios verdes. Así, se cierra un ciclo virtuoso en el que aquello que era desecho retorna como recurso valioso.
Este impulso creciente en la cantidad de escuelas participantes no solo refleja el compromiso de la Ciudad con la sustentabilidad, sino que también promueve una transformación cultural sobre cómo gestionamos residuos en el ámbito escolar.
El MOA se renueva: el hospital de esculturas se abre a la comunidad
Además, continúa el ambicioso plan de restauración y ampliación del MOA (Monumentos y Obras de Arte), el histórico taller de restauración ubicado en Palermo. Desde su creación en 1952, el MOA preserva el patrimonio escultórico de Buenos Aires, atendiendo más de 2.400 obras como estatuas, monumentos y relieves.
Con una partida presupuestaria de aproximadamente 1.766 millones de pesos, el proyecto contempla:
- Restaurar las tres naves originales: reforzar muros, reparar techos y lucernarios, y eliminar construcciones añadidas sin coherencia que alteraban su estética histórica.
- Incorporar nuevos espacios: se crearán volúmenes adicionales que incluirán comedores, vestuarios y oficinas, además de espacios abiertos techados mediante pérgolas metálicas.
- Abrir al público: un nuevo salón de usos múltiples, archivo de consulta y zonas de exposición permitirán que el MOA deje de ser un sitio exclusivamente técnico y pase a ser un espacio cultural.
- Revitalizar el Patio de las Esculturas: el entorno se transformará en un área luminosa y funcional como antesala a nuevas exhibiciones.
El MOA está cerrado temporalmente al público, pero su equipo sigue trabajando para avanzar con las tareas de restauración en sectores operativos. El edificio originalmente formaba parte de la quinta de Juan Manuel de Rosas, transformándose luego en un taller de restauración de esculturas.
Con su finalización prevista para finales de 2025, la obra refuerza su rol como espacio cultural activo, no solo técnico, sino también formativo y accesible a toda la comunidad.
Dos políticas que integran patrimonio y sustentabilidad
Estas dos iniciativas reflejan una política pública clara: unir el cuidado del entorno con el fortalecimiento cultural y educativo. Por un lado, la compostera en escuelas incorpora la sustentabilidad desde la base social; por otro, la revitalización del MOA democratiza el acceso al patrimonio artístico y propone nuevos usos urbanos.
Ambos proyectos invitan a transformar hábitos: desde separar residuos en casa hasta visitar lo que antes solo se veía desde afuera. Así, la educación ambiental y la conservación patrimonial se convierten en prácticas cotidianas que construyen una ciudad más consciente, activa y conectada con su historia.