14 agosto, 2025

Pac-Man en Parque Chacabuco: Fititos, drones y una idea viral que transformó al barrio.

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Lo que comenzó como un boceto en un cuaderno y un mensaje en WhatsApp, terminó por convertirse en uno de los videos más originales del año en Buenos Aires. El sábado 28 de septiembre, las calles adoquinadas de Parque Chacabuco se convirtieron en un verdadero laberinto urbano para una recreación en vivo del clásico videojuego Pac-Man, con un detalle encantador: los protagonistas fueron seis Fiat 600, los entrañables “Fititos”, cada uno representando a un personaje del juego.

La iniciativa, gestada y liderada por Matías De Caro, emprendedor, creativo y vecino de la Ciudad, logró capturar la atención de los transeúntes, fanáticos de los autos clásicos y nostálgicos de los videojuegos. Lo que parecía una simple idea divertida, terminó siendo un fenómeno viral y un homenaje lúdico al espíritu barrial porteño.

Una idea que maduró entre caminatas y cuadernos

“Tenía la idea hace más de un año”, cuenta Matías. En ese momento, no era más que un pensamiento suelto: “dron y Pac-Man”. Sin embargo, como suele suceder con las mejores ideas, el concepto encontró su forma gracias a una sugerencia casual de un amigo: ¿y si los personajes del juego fueran Fititos? La chispa fue inmediata.

Matías se puso en contacto con “Reunidos por el 600”, un club de fanáticos del Fiat 600, y escribió directamente a Pablo, uno de los miembros, quien conduce un Fitito celeste. “En dos horas ya tenía a los seis autos confirmados”, recuerda aún sorprendido. La rapidez con la que los coleccionistas se sumaron al proyecto habla de la pasión que despierta este icónico modelo, que supo motorizAR a la clase media argentina durante décadas.

Los autos elegidos representaron a los personajes de Pac-Man en colores casi idénticos: amarillo (Pac-Man), rojo, azul, celeste, naranja y bordó (los fantasmas y sus versiones vulnerables tras comer la famosa “pelotita”).

El barrio como escenario: Parque Chacabuco en modo videojuego

El lugar elegido para la filmación no fue al azar. Tras varias caminatas y recorridas, Matías se decidió por los pasajes del barrio Cafferata, en el corazón de Parque Chacabuco. Las calles angostas, de adoquines conservados y vegetación abundante, ofrecían el marco perfecto: un laberinto real, pero acogedor y tranquilo.

“Grabamos durante la hora de la siesta, cuando no se escucha ni al loro”, bromea Matías. Pero la calma barrial no duró mucho. A medida que los Fititos comenzaban a circular —siguiendo mapas distribuidos por Matías que indicaban trayectorias, giros y puntos de encuentro—, los vecinos salían a la calle, primero curiosos, luego fascinados. Algunos aplaudían, otros grababan con sus celulares y muchos simplemente sonreían al ver esa postal surrealista: seis autos coloridos, persiguiéndose como en un videojuego de los 80.

Producción creativa y edición milimétrica

La filmación duró aproximadamente tres horas, e incluyó múltiples tomas desde un dron, además de planos fijos y seguimientos a ras de suelo. Cada conductor tenía instrucciones claras: dónde frenar, cómo girar y, por supuesto, a quién “perseguir”.

Pero la verdadera magia ocurrió después: la edición. Matías se encargó personalmente de transformar el material bruto en un cortometraje que emula el universo visual del videojuego. “Fue mucho trabajo agregarle toda la parte gráfica para que quedara como lo había imaginado”, asegura. Las referencias son claras: los fantasmas cambian de color al ser “comidos”, hay una pelotita especial y hasta aparecen los puntos icónicos del tablero.

Importante aclaración: “El video está recontra acelerado porque la velocidad real no era la que se ve. Se respetó la tranquilidad del barrio”, enfatiza Matías, consciente del impacto que puede generar la circulación de vehículos en zonas residenciales.

Un homenaje al barrio, al juego y a los Fititos

Más allá de lo lúdico, el proyecto fue también un homenaje. A un tiempo pasado en que los videojuegos eran de 8 bits y se jugaban de a uno. A los Fititos, que acompañaron a generaciones en su vida cotidiana. Y al barrio, ese lugar donde aún se puede filmar durante la siesta sin interrumpir el ritmo de la ciudad.

La repercusión fue inmediata. En cuestión de horas, el video se viralizó en redes sociales, fue compartido por medios y cuentas especializadas en autos, cultura pop y nostalgia. La combinación de creatividad, ejecución y emoción resultó irresistible.

Matías, que tiene 36 años y un perfil profesional que cruza la administración de empresas con la producción creativa y el marketing, no se sorprende del éxito, pero sí lo valora con humildad: “Esto para mí es un hobby. Mi objetivo es divertirme”.

Lo que viene: backstage, nuevas ideas y comunidad

Ya anunció que la próxima semana publicará el backstage del video en su cuenta de Instagram, donde se podrá ver el detrás de escena: desde la coordinación con los conductores hasta las tomas no utilizadas. También adelantó que está pensando en nuevos proyectos, aunque no quiso dar demasiados detalles.

Lo cierto es que esta intervención artística y barrial dejó algo más que un video viral: construyó comunidad, conectó generaciones a través de un lenguaje común —el juego—, y demostró que las ideas, incluso las más simples, pueden cobrar vida cuando hay pasión, colaboración y un poco de locura creativa.

En un tiempo donde las noticias suelen girar en torno a la crisis, la inseguridad o la polarización, ver a seis Fititos persiguiéndose en un laberinto imaginario por las calles de Buenos Aires fue un soplo de aire fresco. Un recordatorio de que la ciudad, aún en su ritmo acelerado, tiene lugar para la fantasía, la sorpresa y la alegría compartida.

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